jueves, 21 de febrero de 2013

CONSIDERACIONES SOBRE EL QUIJOTE

Nuestro compañero Manuel Sánchez nos envía para su publicación los siguientes TRES artículos sobre el Quijote:


1ª.- PEDRO LAÍN ENTRALGO. QUIJOTISMO: LA LIBERTAD.  El PAÍS, 13 de marzo de 1988  
            Español soy de nacimiento, lengua y mente, y nada de lo español puede serme ajeno. Nada, por menudo que sea. Mucho menos, en consecuencia, el recuerdo de los años en que España fue grande y, como si no hubiera para ella otra opción digna, eligió el camino más propio para rápidamente dejar de serlo. Los años en que el autor del  Quijote ideó y compuso su obra suprema.  Como propias vivió Miguel de Cervantes las glorias de su patria. A su cabeza, la conseguida en la batalla de Lepanto. "Perdió en ella", dice Miguel de sí mismo, "la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla celebrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los siglos pasados, ni esperan ver los venideros". En su sentido histórico, no sólo en su magnitud bélica, veía el Cervantes de 65 años lo que de memorable y alta tuvo la ocasión de esa batalla. No hay duda: el autor del Quijote vivió como suya la gloria de su patria.
            Pero a sus ojos, a los ojos del escritor que en la cárcel de Sevilla va dando forma mental y literaria a la invención y a las aventuras de quien durante siglos había de ser héroe ideal de España y refugio ético de sus, desgracias, algo en la vida que ve a su alrededor está impidiendo que la gloria de España se consolide y fructifique. "Nación más desdichada que prudente, sobre quien ha llovido estos días un mar de desgracias", dice de su gente -expresando, creo yo, no poco el sentir de Cervantes acerca de España- la morisca cristiana que resultó ser hija de Ricote, el amigo de Sancho, evadido años atrás de su aldea. ¿Por qué Cervantes no ve prudencia en la más abarcante nación a que la morisca y él pertenecen? Puesto que a los hombres de: España les sobra valentía, ¿qué faltaba en ella, allá por el filo de los siglos XVI y XVII, para que la gloria de Lepanto no acabase resolviéndose en desdichas?
            Muy consciente de que mi respuesta no puede agotar la que con el Quijote nos dio Cervantes, diré que, a su juicio, tal y como su libro inmortal permite colegirlo, en la vida de aquella España faltaron libertad, convivencia e ideal razonable.
            Todo el Quijote es un canto a la libertad, entendida como franquía de la persona piara elegir su destino propio, frente a la ineludible coacción del mundo en que vive: la libertad del mismo Don Quijote, de la pastora Marcela, de Dorotea, de Roque Guinart... Quien lo dude, lea el espléndido libro que Luis Rosales ha consagrado al tema. ¿Había suficiente libertad para la elección de la conducta personal en la España de Cervantes? Las pautas imperantes en aquella sociedad para quienes no podían apoyarse en su linaje y su fortuna -servicio militar o burocrático a la corona, profesión eclesiástica, oficio heredado, pocas cosas más-, ¿eran suficientes para la vida social que Cervantes juzgaba deseable? Más aún: allende la ocupación profesional, en el fondo de la persona donde cada cual elige y tiene por suyo el sentido de su vida, ¿podía existir, para quienes discreparan de las creencias socialmente dominantes, lo que ya entonces se llamaba libertad de conciencia? Que nos lo diga, declarando la opinión de quien lo inventó, aquel Ricote que Sancho encontró en su camino, cuando, tras el desastre de la ínsula Barataria, de nuevo iba a reunirse con su señor.
            Era Ricote un acomodado tendero del lugar de La Mancha en que nacieron y crecieron Don Quijote y Sancho, morisco más de nación que de religión -"todavía tengo más de cristiano que de moro", dice a Sancho, y como "católica cristiana" ha educado a su hija-, que por miedo a las consecuencias del decreto de Felipe III salió a toda prisa de su aldea y de España, pasó a Berbería, donde no fue bien tratado, y luego a Francia, y de Francia a Italia, y de Italia a Alemania, donde, por fin, en un pueblo próximo a Augusta, decidió tomar casa estable. Claramente nos dice Ri cote sus razones: "Allí -en Alemania- me pareció que se podía vivir con más libertad, porque sus habitadores no miran en muchas delicadezas: cada uno vive como quiere, porque en la mayor parte de ella se vive con libertad de conciencia". Libertad de conciencia buscaba Ricote, y allí, en tierra a la vez católica y protestante -la Augusta de que habla Ricote es sin duda el Augsburgo actual, la ciudad bávara donde se celebró la Dieta famosa-, ha acabado por encontrarla. Pero su corazón late desgarrado entre la seguridad de vivir en paz sin traicionarse a sí mismo y la punzante nostalgia de la patria perdida; porque "doquiera que estamos lloramos por ella, que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural, y en ninguna parte hallamos el acogimiento que nuestra desventura desea". Esa nostalgia es la que, junto con otros, también desterrados, le hace volver ocultamente como peregrino, año tras año, a la que en verdad es su Meca cordial, a la tierra de España. Así es la vida del morisco que Sancho encuentra y abraza, cuando desde su incómoda ínsula regresa al palacio de los duques.
            Ricote es buena persona. Por amigo suyo le tenía Sancho en su aldea, y como viejo amigo -"el mi caro amigo, el mi buen vecino", llama el morisco al escudero- abre sus brazos a su no olvidado compatriota. ¿Por qué Cervantes inventó la vida y las cuitas del morisco Ricote? ¿Por qué quiso incluirlas en el abigarrado retablo de vidas españolas -venteros, galeotes, cabreros, mozas de vida airada, bandidos, cuadrilleros, duques burlones, titiriteros, discretos caballeros, doctos canónigos que es el Quijote? Sólo una respuesta encuentro: porque en la España que veía en torno a sí no existía la libertad de conciencia, y él, Miguel de Cervantes, tenía íntima necesidad de ella, no tanto para sí mismo cuanto para los demás. Una España en que pudiesen vivir en concordia, e incluso en amistad, el cristiano viejo Sancho y el morisco oscilante Ricote; ni un país (aquella Alemania) en el que la conciencia de éste podía sentirse libre, pero con el desgarro que infligía a su corazón la forzada lejanía de la patria natural, ni una patria (aquella España) en la que, bajo la cotidiana complacencia de tratar amigablemente con los convecinos, no era a muchos posible vivir de acuerdo con sus creencias más entrañables.
            Un problema había de surgir y surgió de hecho en el alma de Cervantes, en cuanto devoto y paladín de la libertad. Éste: ¿cómo la libertad de conciencia puede ser pacíficamente ejercitada en la sociedad civil, cuando realmente se la practica? Me atrevo a pensar que también el texto del Qujote nos da la respuesta.
2º.-  Quijotismo: la conveniencia

            La libertad de conciencia y la libertad civil exigen, para ser reales, que la vida social sea, más que vidriosa coexistencia de los entre sí discrepantes, convivencia pacífica de quienes no sienten que esa mutua discrepancia pueda impedir el nacimiento y la práctica de una verdadera amistad. Por lo que ellos mismos nos cuentan, esa había sido en su aldea la relación entre Sancho Panza y el morisco Ricote. Se trata ahora, de saber si el Quijote nos dice algo acerca de ese no fácil, pero tampoco imposible enlace entre la verdadera libertad y la verdadera convivencia.Me atrevo a pensar que, entre bromas y veras, Cervantes nos da su respuesta con la disputa sanchoquijotesca acerca del yelmo de Mambririo. En sus conversaciones de Sierra Morena, Don Quijote recuerda a Sancho el trance en que el despavorido barbero dejó abandonada su bacía, yelmo benéfico para el hidalgo. "Dime, Sancho, ¿traes bien guardado el yelmo de Mambrino?". Sancho no quiere apartarse de la realidad, tal como él la entiende: "Quien oyere decir a vuestra merced que una bacía de barberc, es el yelmo de Mambrino, y que no ha salido de este error en más de cuatro días, ¿qué ha de pensar sino que el que tal dice y afirma debe de tener güero el juicio?". Pero Don Quijote sabe más que Sancho. Son los encantadores quienes arteramente cambian la apan*encia de las cosas, segúri sea la persona que las mira: "Y así", le replica, "eso que a ti te: parece bacía de barbero, me parece a mí el yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa. Y fue rara providencia del sabio (encantador), que es de mi parte, hacer que parezca bacía a todos lo que real y verdaderamente es yelmo de Mambrino, a causa que, siendo él de tanta estima, todo el mundo me perseguiría por quitármelo". Lo que las cosas son a los ojos de quien las mira depende del punto de vista de éste, viene a decir, como un desmesurado Ortega avant la lettre, el Don Quijote que así adoctrina a Sancho.
            Muy certera y sutilmente ha establecido Américo Castro la función delparecer en el mundo quijotesco: "Cuando en el Quijote se afirma que el objeto frente a alguien parece esto o aquello, el autor no piensa en nada abstractamente filosófico y que simplemente lleve al conocimiento de lo real... Cuando en el Qujote se usa el me parece o el le parece, eso significa que lo que así parece hace mucha falta como material de construcción para la propia vida; por tanto, se quiere y se necesita que sea para mí lo que parece". Que me sea, diría Ortega.
            Naturalmente, esa respuesta de Don Quijote a Sancho sirve de principal motivo a Castro, aunque no se limite a él, para mostrar la significación del parecer quijotesco. ¿Es posible ir más allá, y pensar que las resultas de tal discusión permiten entender adecuadamente cómo veía Cervantes el problema de casar entre sí la libertad y la convivencia?
            Tras su patético encuentro con los galeotes, Don Quijote resucita el tema del yelmo de Mambrino. Pretende convencer al barbero de marras, por azar llegado a la venta donde el hidalgo y su escudero se han detenido, de que el objeto que Sancho guarda es yelmo y no bacía: "Miren vuestras mercedes con qué cara podía decir este escudero que esto es bacía, y no el yelmo que yo he dicho". Y Sancho, conciliador y socarrón, halla la fórmula para que la convivencia con su señor no se rompa: "En eso no hay duda; porque desde que mi señor le ganó hasta agora no ha hecho con él más de una batalla, cuando libró a los sin ventura encadenados; y si no fuera por este baciyelmo, no lo pasara muy bien, porque hubo asaz de pedradas en aquel trance". El objeto sobre el que versa la disputa no es del todo bacía ni del todo yelmo; para que entre todos haya paz, es baciyelmo. Sólo así -léase lo que en el capítulo siguiente a todos dice- será posible la paz entre los bacieros, el yelmista y los circunstantes que, sin apearse de sus convicciones, quiere Don Quijote: "Aquí no hay más que hacer sino que cada uno tome lo que es suyo, y a quien Dios se la dio, san Pedro se la bendiga... Pongámonos en paz, porque... es gran bellaquería que tanta gente principal como aquí estamos se mate por causas tan livianas".
            Baciyelmo, esta es la palabra clave. No sólo para mostrarnos una vez más el gran ingenio verbal de Cervantes y la constante voluntad de concordia de Sancho; también si nos decidimos a trascender la haz de la anécdota y a bucear en la, redomada, irónica y menesterosa alma de su autor, porque en ella está la receta cervantina para lograr un enlace armónico entre la libertad y la convivencia.
            En cuanto creador del Quijote, y en cuanto inconforme ciudadano de una España que le da gloria y le causa pena, el Cervantes autor del baciyelmo nos propone, en efecto, una fórmula compuesta por tres puntos: libertad de conciencia y franquía civil, para que esa libertad pueda manifestarse, en lo tocante a las creencias y las ideas que dan a la vida de la persona su más hondo sentido; indiscutido consenso tácito en lo pertinente a la común naturaleza de que en su tan razonadora conversación con Don Quijote habla el canónigo de Toledo; consenso particular y pactado, aquel en que cada uno de los discrepantes cede algo de su opinión en aras de la pacífica convivencia, cuando se trata de materias opinables y relativas a la vida pública, como si es mejor para el bien común la libre empresa o la economía dirigida o, en el caso de esta anécdota del Quijote, si no sería mejor dejar en pactado baciyelino lo que para uno es yelmo valioso y para otros simple bacía.
            Efectiva libertad de conciencia, consenso general indiscutible en todo lo que como verdad real se impone a la razón, pacto razonable en cuanto a la convivencia social de los legítimamente discrepantes; tales son para Cervantes los pilares en que debe tener su fundamento la vida en común, si en verdad pretende acercarse a su perfección ideal. Si se quiere, a su utopía, porque utópica es la vida de una sociedad en que de modo enteramente satisfactorio sea realidad cumplida esa triple exigencia. ¿Qué, sino baciyelmo, es la opinión de Don Quijote cuando discute con Sancho si para el buen acierto en el matrimonio es preferible seguir el impulso del amor o el dictado de la reflexión? ¿Qué, sino acercamientos posibilistas a la utopía de la perfecta convivencia civil -en definitiva, baciyelmos-, son las Constituciones políticas orientadas por los principios de la libertad y la justicia? Y mirados uno y otro a esta cervantina luz, ¿qué fue el new deal de Roosevelt y qué es laperestroika de Gorbachov, sino un contrapuesto intento de pacto, aquél con la economía dirigida, por parte de la economía capitalista, éste con la libertad civil, por parte del Estado absoluto; en definitiva, dos modestos baciyelmos de ocasión?
            Un baciyelmo político y religioso entre dos imperativos éticos, el de la libertad civil y el de la pacífica convivencia, echaba de menos Cervantes, corazón de cristiano nuevo en una España regida por cristianos viejos, cuando miraba en tomo a sí, y esta deficiencia inyectaba una vena de irónica melancolía en su hondo amor a la patria española. A lo cual, en los entresijos de su alma, se unía la amargura de no ver orientarse España hacia la realización histórica de un ideal razonable.
3º.- Partes del Quijote 
04.05.05 | 11:56. Archivado en El Quijote
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        Asistimos a la evolución del protagonista dentro de dos actitudes diferentes, que caracterizan respectivamente su acción de 1605 y su acción de 1615 como dos perspectivas[1] claramente diferenciables: la perspectiva del personaje que se autoconstruye, en la primera parte; la perspectiva del personaje que defiende su propia verdad y la verdad de su autor, en la segunda parte.
1605: El lector que quiere ser personaje lucha contra quienes se oponen a su pretensión. Sus vecinos quieren que vuelva a la aldea, pero sólo logran esta vuelta metiéndolo en una jaula. La vuelta no puede ser definitiva.
1615: El personaje que se interesa por la opinión de los lectores de su historia termina por dar mayor importancia a su verdad como personaje, primero, y a su verdad como hombre, después, que a sus hazañas como caballero andante. Los extranjeros no quieren que vuelva a la aldea, mientras que sus vecinos logran descubrir la manera de hacerlo volver por su propio pie, tras haberlo decidido él mismo. La vuelta es definitiva. (® Viajes de don Quijote).
Igualmente podríamos hablar de dos actitudes diferentes del autor:
1605: Sus temas principales son lo caballeresco, lo amoroso y lo literario.
1615: Su tema principal es el engaño, hasta el punto que lo caballeresco, lo amoroso y lo literario son vistos a través de este prisma.

Iª Parte: El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, 1605. Hay una subdivisión en cuatro partes del Quijote de 1605, que ofrecían las ediciones antiguas y que reproduce hoy la edición de Martín de Riquer, que podemos llamar división intencional, porque está en relación con los temas tratados. He aquí los temas predominantes en cada parte, con justificaciones rápidas, cuando las estimamos necesarias, y con las alusiones del propio texto cervantino a esta división en partes:
1.ª) I.1-I.8, (tema caballeresco). Marca del fin de esta parte: «no se desesperó de hallar el fin de esta apacible historia, el cual,… le halló del modo que se contará en la segunda parte.», I.8.51.
2.ª) I.9-I.14, (tema amoroso y pastoril). Marca del fin de esta parte: «dando aquí fin la segunda parte», I.14.34.
3.ª) I.15-I.27, (predominio de temas caballerescos): yangüeses (defensa de su caballo por el caballero); venta con manteamiento de Sancho (por haber empleado ambos el pretendido privilegio caballeresco de no pagar en las ventas); rebaño (batalla del caballero con una turbamulta); encamisados (el caballero cree defender a una dama); batanes (ánimo del caballero para emprender la aventura y acabarla); yelmo (destinado al caballero, que tanto lo ha deseado); galeotes (el caballero defiende a los débiles); Sierra Morena (el caballero no huye); pendencia con Cardenio (por defender como caballero el honor de la reina Madásima); carta a Dulcinea (como a la Soberana y señora de sus caballerías). Marca del fin de esta parte: «oyeron que decía lo que se dirá en la cuarta parte desta narración; que en este punto dió fin a la tercera el sabio y atentado historiador Cide Hamete Benengeli.», I.27.31.
4.ª) I.28-I.52, (predominio de temas amorosos y literarios, sobre el fondo de la segunda vuelta de Don Quijote, organizada por sus vecinos): Don Quijote en Sierra Morena (locuras de amor); Historia de Cardenio (amor traicionado); Historia de Dorotea (amor traicionado); Carta a Dulcinea (amor caballeresco); Historia de Micomicona, la princesa cuitada (resorte caballeresco: se solicita de Don Quijote la defensa de una mujer que no desea el matrimonio con un gigante); Novela del Curioso impertinente (amor insensato de un marido misógino demasiado curioso); Historia del Cautivo (el amor subordinado a la creencia religiosa); Historia de la hija del Oidor (el amor contra las leyes del linaje); Don Quijote enjaulado para que tenga lugar su matrimonio con Dulcinea (amor encantado); Discusión literaria entre el Canónigo, el Cura y Don Quijote (crítica de la comedia y de los libros de caballerías); Historia del Cabrero Eugenio (ligereza de la mujer en amor y locura de los hombres enamorados). Marca del fin de esta parte: «Pero el autor desta historia, puesto que con curiosidad y diligencia ha buscado los hechos que Don Quijote hizo en su tercera salida, no ha podido hallar noticia de ellos, a los menos, por escrituras auténticas», I.52.43.
«La crítica ha notado el desequilibrio en el número de páginas de las cuatro partes en que se divide la versión publicada: I (capítulos 1-8), II (capítulos 9-14), III (capítulos 15-27) y IV (capítulos 28-52).
La decisión de dividir el texto en partes, tomada in medias res, es claro indicio de hasta qué punto la imaginación de Cervantes se había ido orientando hacia una parodia de la estructura y el contenido de los libros de caballerías, normalmente divididos en grandes secciones (® trama). Probablemente debamos a esta decisión la aparición de Cide Hamete Benengeli, el supuesto autor y presentador de cada parte, a imitación de los modelos caballerescos. Stagg ha sugerido la posibilidad de que Cervantes pensara primero en una división homogénea, de unos ocho capítulos por parte: sin embargo, esa idea se reveló irrealizable a medida que fue reelaborando y trasladando materiales.», E.M. Anderson y G. Pontón, en Rico 1998 a, p. CLXXVII.
«En conclusión, puede considerarse la Primera parte del Quijote como una especie de laboratorio en el que Cervantes, de forma consciente y resuelta, experimentó numerosas y variadas técnicas de la narrativa extensa en prosa... Gracias a los epígrafes incorrectos, los cambios repentinos de escenario, los pasajes que se duplican o se anulan y los acontecimientos que suceden y no se refieren, la Primera parte presenta trazas de una concepción original de la obra que fue modificándose a lo largo del tiempo… La estructura accidentada del Quijote de 1605 pone de manifiesto que Cervantes desarrolló y perfeccionó su libro a medida que lo reescribía: las renuncias, los arrepentimientos y las incoherencias del texto permiten evocar un apasionante proceso de arquitectura novelística.», E.M. Anderson y G. Pontón, en Rico 1998 a, p. CLXXX y CLXXXVIII.

IIª Parte: El Ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha, 1615. Aunque es llamada por el propio autor segunda parte del Quijote, para ciertos editores esta segunda creación quijotesca constituye una nueva obra del autor, más bien que la continuación de la obra precedente. Para nosotros no solamente es la continuación auténtica de la obra precedente, sino que es la prueba misma de su autenticidad única como segunda parte frente a la impostura del plagiario. Distinguiremos en ella tres etapas:
1.ª) Antes de entrar en la órbita de los Duques aragoneses: capítulos II.1 al II.29. En esta primera etapa asistimos a la caída de Don Quijote en la creencia del encantamiento de Dulcinea por obra de Sancho Panza, verdadera trampa sentimental e ideológica, que primero va a aprisionarlo a él, y luego a su propio inventor, Sancho Panza.
2.ª) En la órbita de los Duques aragoneses, capítulos II.30 al II.57. En esta segunda etapa la exaltación burlesca de Don Quijote y de Sancho por los Duques y por los cortesanos que los secundan en sus burlas está ligada a la creencia de ambos, de Don Quijote desde el embuste de Sancho, y de Sancho por obra de la Duquesa, en el encantamiento de Dulcinea, y a la aceptación de que el desencanto de Dulcinea puede ser logrado mediante los azotes desencantadores de Sancho.
3.ª) Tras haber creído salir de la órbita de los Duques aragoneses, capítulos II.58 al II.74. En esta tercera etapa, que comienza con la primera despedida de los Duques, asistimos a la progresiva desquijotización de Don Quijote, que se manifiesta en un proceso implacable que va desde la duda de su vocación de caballero andante, pasando por la defensa de la autenticidad literaria tanto de sí mismo y de Sancho, en cuanto personajes, como de su autor, hasta la proclamación solemne y perentoria de su propio error y del error en que ha inducido a Sancho.
«Las críticas a la primera parte, que el autor recoge en tono de broma en el capítulo 3 de la Segunda pueden verse como una reflexión crítica sobre el proceso creativo desarrollado: episódico, variado, gracioso, heroico y edificante. Las historias intercaladas, que constituyen el sello de la primera parte, desaparecen en la Segunda para ceder su lugar a una mayor concentración de aventuras y al despliegue de las personalidades del Caballero y su escudero. Cide Hamete Benengeli, mecanismo al que recurre Cervantes con la misma facilidad con que lo abandona, se convierte en la Segunda parte en un filtro indispensable de la acción.
Todos estos cambios revelan al lector atento y paciente la imaginación incansable y observadora del artista consciente que fue Miguel de Cervantes a lo largo de los sinuosos caminos y los ásperos lugares de su vasto universo de invención…} Cervantes deja bien sentado que «en esta segunda parte no quiso ingerir novelas sueltas ni pegadizas, sino algunos episodios que lo pareciesen, nacidos de los mismos sucesos que la verdad ofrece, y aun estos limitadamente y con solas palabras que bastan a declararlos», (II, 44)…
El Quijote de 1615 se ofrece a primera vista como un conjunto desarrollado en un solo aliento creativo… Tan solo podemos estar seguros de que la lectura de la continuación de Avellaneda afectó a los planes y al ritmo de elaboración de la obra… ¿En qué momento conoció Cervantes el libro? La licencia de publicación es del 4 de julio de 1614; en rigor, Cervantes podría haberlo leído a fines de ese mismo mes, pero lo más probable es que llegara a sus manos en el otoño. La primera mención inequívoca de la existencia de una continuación falsa se halla en el capítulo 59: «—Por vida de vuestra merced, señor don Jerónimo, que en tanto que trae la cena leamos otro capítulo de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha», (II.59.26. p.1110) … es posible que Cervantes leyera el libro, decidiera los cambios que iba a imponer al suyo y escogiera finalmente el lugar más adecuado para introducir la primera mención del apócrifo…
Las consecuencias más evidentes provocadas por la continuación de Avellaneda fueron el cambio de itinerario de Zaragoza a Barcelona y la inclusión del rival en la trama de la obra… El cambio de rumbo comportó la inclusión de nuevas historias (Roque Guinart, la visita a la imprenta, la aventura de las galeras) y la remodelación de algunas ya previstas (la continuación de la historia de Ricote, la derrota del protagonista a manos de Sansón Carrasco)…
Las menciones a la novela de Avellaneda se reiteran en el tramo final de la obra: tras su inclusión en el capítulo 59, regresará a escena en la imprenta barcelonesa (capítulo 62), la visión infernal de Altisidora (capítulo 70), el encuentro con don Alvaro Tarfe (capítulo 72) y el testamento de Alonso Quijano (capítulo 74). No falta alguna imitación inequívoca de pasajes de Avellaneda: por ejemplo, la ironía de don Antonio Moreno dirigida a Sancho: «—Acá tenemos noticia, buen Sancho, que sois tan amigo de manjar blanco y de albondiguillas, que si os sobran las guardáis en el seno para el otro día.», (II.62.3., p. 1133), remite a un episodio del capítulo 12 apócrifo («Y apartándose a un lado, se comió las cuatro [pellas] con tanta prisa y gusto como dieron señales dello las barbas, que quedaron no poco enjalbegadas del manjar blanco; las otras dos que dél le quedaban se las metió en el seno, con intención de guardarlas para la mañana». p. 230). Durante la resurrección de Altisidora, en el capítulo 69, le colocan a Sancho una coroza en la cabeza, para lo que tiene que despojarse de su caperuza. Cervantes no había mencionado antes ese tocado, inseparable del escudero falso…
Esos indicios de imitación resultan más problemáticos cuando se manifiestan en lugares de la novela anteriores al capítulo 59, pues de ser ciertos implicarían que Cervantes volvió sobre sus materias para introducir retoques, e incluso episodios enteros… parece sensato pensar que Cervantes revisó algunos pasajes de la novela que preceden al lugar por el que iba cuando conoció la obra de su imitador.» (II.59.26. p.1110)», E.M. Anderson y G. Pontón, en Rico 1998 a, p. CLXXX-VII. (® parte: Segunda Parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha)
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Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, aparecerá en 2005.
[1] Algunos dicen novelas, porque no han sabido ver la formidable unidad que integra las dos partes en una sola obra.

  



1 comentario:

  1. A LA TERTULIA Q1UIJOTESCA

    Estimados contertulios, cuando se escogió leer unos capítulos del Quijote, me alegré mucho, pero a mi entender pensé que eran pocos. Como soy un enamorado del libro, sin pesarlo me puse a releerlo completo, además de releer otros libros, sin los cuales a un novato---como servidor---en las lecturas, precisa las opiniones de preclaros escritores, los que leyéndolos se informa uno algo, ya que no todo, la biografía de Don Miguel, en cuya vida existieron muchas lagunas las que guardó para sí y que incluso los escritores de aquel tiempo fueron incapaces de recoger con garantía de la verdad.
    Yo os recomendaría leerlos siguientes libros:

    LA VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES, DE ÁNDRÉS TRAPIELLO.
    AL MORIR DON QUIJOTE, DE ANDRÉS TRAPIELLO.
    PARA LEER A CERRVANTES, DE MARTÍN DE RIQUER
    EL QUIJOTE COMO JUEGO Y OTROS TRABAJOS CRITICO, DE GONZALO TORRETE BALLESTER.
    LA RUTA DE DON QUIJOTE, CASTILLA, DE AZORÍN
    CERVANTES, DE FERNANDO DÍAZ PLAJA
    VIDA DE CERVANTES SAAVEDRA RONDALLA DE RONDALLES DE GREGORIO MAYANS-LUIS GALIANA
    LAS MUJERES DEL QUIJOTE, DE LOPEZ DEL ARCO-EDITOR 2004
    Y MIGUEL DE CERVANTES, FLOR DE AFORISMOS PEREGRINOS,

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