1ª.- PEDRO
LAÍN ENTRALGO. QUIJOTISMO: LA LIBERTAD. El PAÍS, 13 de marzo de 1988
Español soy de nacimiento, lengua y
mente, y nada de lo español puede serme ajeno. Nada, por menudo que sea. Mucho
menos, en consecuencia, el recuerdo de los años en que España fue grande y,
como si no hubiera para ella otra opción digna, eligió el camino más propio
para rápidamente dejar de serlo. Los años en que el autor del Quijote ideó y compuso su obra suprema. Como propias vivió Miguel de Cervantes las
glorias de su patria. A su cabeza, la conseguida en la batalla de Lepanto.
"Perdió en ella", dice Miguel de sí mismo, "la mano izquierda de
un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por
haberla celebrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los siglos
pasados, ni esperan ver los venideros". En su sentido histórico, no sólo
en su magnitud bélica, veía el Cervantes de 65 años lo que de memorable y alta
tuvo la ocasión de esa batalla. No hay duda: el autor del Quijote vivió como suya la gloria de su
patria.
Pero a sus ojos, a los ojos del
escritor que en la cárcel de Sevilla va dando forma mental y literaria a la
invención y a las aventuras de quien durante siglos había de ser héroe ideal de
España y refugio ético de sus, desgracias, algo en la vida que ve a su
alrededor está impidiendo que la gloria de España se consolide y fructifique.
"Nación más desdichada que prudente, sobre quien ha llovido estos días un
mar de desgracias", dice de su gente -expresando, creo yo, no poco el sentir
de Cervantes acerca de España- la morisca cristiana que resultó ser hija de
Ricote, el amigo de Sancho, evadido años atrás de su aldea. ¿Por qué Cervantes
no ve prudencia en la más abarcante nación a que la morisca y él pertenecen?
Puesto que a los hombres de: España les sobra valentía, ¿qué faltaba en ella,
allá por el filo de los siglos XVI y XVII, para que la gloria de Lepanto no
acabase resolviéndose en desdichas?
Muy consciente de que mi respuesta
no puede agotar la que con el Quijote nos dio Cervantes, diré que, a su
juicio, tal y como su libro inmortal permite colegirlo, en la vida de aquella
España faltaron libertad, convivencia e ideal razonable.
Todo el Quijote es un canto a la libertad, entendida
como franquía de la persona piara elegir su destino propio, frente a la
ineludible coacción del mundo en que vive: la libertad del mismo Don Quijote,
de la pastora Marcela, de Dorotea, de Roque Guinart... Quien lo dude, lea el
espléndido libro que Luis Rosales ha consagrado al tema. ¿Había suficiente
libertad para la elección de la conducta personal en la España de Cervantes? Las
pautas imperantes en aquella sociedad para quienes no podían apoyarse en su
linaje y su fortuna -servicio militar o burocrático a la corona, profesión
eclesiástica, oficio heredado, pocas cosas más-, ¿eran suficientes para la vida
social que Cervantes juzgaba deseable? Más aún: allende la ocupación
profesional, en el fondo de la persona donde cada cual elige y tiene por suyo
el sentido de su vida, ¿podía existir, para quienes discreparan de las
creencias socialmente dominantes, lo que ya entonces se llamaba libertad de
conciencia? Que nos lo diga, declarando la opinión de quien lo inventó, aquel
Ricote que Sancho encontró en su camino, cuando, tras el desastre de la ínsula
Barataria, de nuevo iba a reunirse con su señor.
Era Ricote un acomodado tendero del
lugar de La Mancha
en que nacieron y crecieron Don Quijote y Sancho, morisco más de nación que de
religión -"todavía tengo más de cristiano que de moro", dice a
Sancho, y como "católica cristiana" ha educado a su hija-, que por
miedo a las consecuencias del decreto de Felipe III salió a toda prisa de su
aldea y de España, pasó a Berbería, donde no fue bien tratado, y luego a
Francia, y de Francia a Italia, y de Italia a Alemania, donde, por fin, en un
pueblo próximo a Augusta, decidió tomar casa estable. Claramente nos dice Ri cote
sus razones: "Allí -en Alemania- me pareció que se podía vivir con más
libertad, porque sus habitadores no miran en muchas delicadezas: cada uno vive
como quiere, porque en la mayor parte de ella se vive con libertad de
conciencia". Libertad de conciencia buscaba Ricote, y allí, en tierra a la
vez católica y protestante -la
Augusta de que habla Ricote es sin duda el Augsburgo actual,
la ciudad bávara donde se celebró la
Dieta famosa-, ha acabado por encontrarla. Pero su corazón
late desgarrado entre la seguridad de vivir en paz sin traicionarse a sí mismo
y la punzante nostalgia de la patria perdida; porque "doquiera que estamos
lloramos por ella, que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural, y
en ninguna parte hallamos el acogimiento que nuestra desventura desea".
Esa nostalgia es la que, junto con otros, también desterrados, le hace volver
ocultamente como peregrino, año tras año, a la que en verdad es su Meca
cordial, a la tierra de España. Así es la vida del morisco que Sancho encuentra
y abraza, cuando desde su incómoda ínsula regresa al palacio de los duques.
Ricote es buena persona. Por amigo
suyo le tenía Sancho en su aldea, y como viejo amigo -"el mi caro amigo,
el mi buen vecino", llama el morisco al escudero- abre sus brazos a su no
olvidado compatriota. ¿Por qué Cervantes inventó la vida y las cuitas del
morisco Ricote? ¿Por qué quiso incluirlas en el abigarrado retablo de vidas
españolas -venteros, galeotes, cabreros, mozas de vida airada, bandidos,
cuadrilleros, duques burlones, titiriteros, discretos caballeros, doctos
canónigos que es el Quijote? Sólo una respuesta encuentro: porque
en la España
que veía en torno a sí no existía la libertad de conciencia, y él, Miguel de
Cervantes, tenía íntima necesidad de ella, no tanto para sí mismo cuanto para
los demás. Una España en que pudiesen vivir en concordia, e incluso en amistad,
el cristiano viejo Sancho y el morisco oscilante Ricote; ni un país (aquella
Alemania) en el que la conciencia de éste podía sentirse libre, pero con el
desgarro que infligía a su corazón la forzada lejanía de la patria natural, ni
una patria (aquella España) en la que, bajo la cotidiana complacencia de tratar
amigablemente con los convecinos, no era a muchos posible vivir de acuerdo con
sus creencias más entrañables.
Un problema había de surgir y surgió
de hecho en el alma de Cervantes, en cuanto devoto y paladín de la libertad.
Éste: ¿cómo la libertad de conciencia puede ser pacíficamente ejercitada en la
sociedad civil, cuando realmente se la practica? Me atrevo a pensar que también
el texto del Qujote nos da la respuesta.
2º.- Quijotismo: la conveniencia
PEDRO
LAIN ENTRALGO 15 MAR 1988. EL PAÍS.
La libertad de conciencia y la
libertad civil exigen, para ser reales, que la vida social sea, más que
vidriosa coexistencia de los entre sí discrepantes, convivencia pacífica de
quienes no sienten que esa mutua discrepancia pueda impedir el nacimiento y la
práctica de una verdadera amistad. Por lo que ellos mismos nos cuentan, esa
había sido en su aldea la relación entre Sancho Panza y el morisco Ricote. Se
trata ahora, de saber si el Quijote nos dice algo acerca de ese no fácil,
pero tampoco imposible enlace entre la verdadera libertad y la verdadera
convivencia.Me atrevo a pensar que, entre bromas y veras, Cervantes nos da su
respuesta con la disputa sanchoquijotesca acerca del yelmo de Mambririo. En sus
conversaciones de Sierra Morena, Don Quijote recuerda a Sancho el trance en que
el despavorido barbero dejó abandonada su bacía, yelmo benéfico para el
hidalgo. "Dime, Sancho, ¿traes bien guardado el yelmo de Mambrino?".
Sancho no quiere apartarse de la realidad, tal como él la entiende: "Quien
oyere decir a vuestra merced que una bacía de barberc, es el yelmo de Mambrino,
y que no ha salido de este error en más de cuatro días, ¿qué ha de pensar sino
que el que tal dice y afirma debe de tener güero el juicio?". Pero Don
Quijote sabe más que Sancho. Son los encantadores quienes arteramente cambian
la apan*encia de las cosas, segúri sea la persona que las mira: "Y
así", le replica, "eso que a ti te: parece bacía de barbero, me
parece a mí el yelmo de Mambrino, y a otro le parecerá otra cosa. Y fue rara
providencia del sabio (encantador), que es de mi parte, hacer que parezca bacía
a todos lo que real y verdaderamente es yelmo de Mambrino, a causa que, siendo
él de tanta estima, todo el mundo me perseguiría por quitármelo". Lo que
las cosas son a los ojos de quien las mira depende del punto de vista de éste,
viene a decir, como un desmesurado Ortega avant la lettre, el Don
Quijote que así adoctrina a Sancho.
Muy certera y sutilmente ha
establecido Américo Castro la función delparecer en el mundo quijotesco: "Cuando
en el Quijote se afirma que el objeto frente a
alguien parece esto o aquello, el autor no piensa en nada abstractamente
filosófico y que simplemente lleve al conocimiento de lo real... Cuando en el Qujote
se usa el me parece o el le
parece, eso significa que lo que así parece hace mucha falta como
material de construcción para la propia vida; por tanto, se quiere y se
necesita que sea para mí lo que parece". Que me
sea, diría Ortega.
Naturalmente, esa respuesta de Don
Quijote a Sancho sirve de principal motivo a Castro, aunque no se limite a él,
para mostrar la significación del parecer quijotesco. ¿Es
posible ir más allá, y pensar que las resultas de tal discusión permiten
entender adecuadamente cómo veía Cervantes el problema de casar entre sí la
libertad y la convivencia?
Tras su patético encuentro con los
galeotes, Don Quijote resucita el tema del yelmo de Mambrino. Pretende
convencer al barbero de marras, por azar llegado a la venta donde el hidalgo y
su escudero se han detenido, de que el objeto que Sancho guarda es yelmo y no
bacía: "Miren vuestras mercedes con qué cara podía decir este escudero que
esto es bacía, y no el yelmo que yo he dicho". Y Sancho, conciliador y
socarrón, halla la fórmula para que la convivencia con su señor no se rompa:
"En eso no hay duda; porque desde que mi señor le ganó hasta agora no ha
hecho con él más de una batalla, cuando libró a los sin ventura encadenados; y
si no fuera por este baciyelmo, no lo pasara muy bien, porque hubo asaz de pedradas
en aquel trance". El objeto sobre el que versa la disputa no es del todo
bacía ni del todo yelmo; para que entre todos haya paz, es baciyelmo. Sólo así
-léase lo que en el capítulo siguiente a todos dice- será posible la paz entre
los bacieros, el yelmista y los circunstantes que, sin apearse de sus
convicciones, quiere Don Quijote: "Aquí no hay más que hacer sino que cada
uno tome lo que es suyo, y a quien Dios se la dio, san Pedro se la bendiga...
Pongámonos en paz, porque... es gran bellaquería que tanta gente principal como
aquí estamos se mate por causas tan livianas".
Baciyelmo, esta es la palabra clave.
No sólo para mostrarnos una vez más el gran ingenio verbal de Cervantes y la
constante voluntad de concordia de Sancho; también si nos decidimos a trascender
la haz de la anécdota y a bucear en la, redomada, irónica y menesterosa alma de
su autor, porque en ella está la receta cervantina para lograr un enlace
armónico entre la libertad y la convivencia.
En cuanto creador del Quijote, y en cuanto inconforme ciudadano de
una España que le da gloria y le causa pena, el Cervantes autor del baciyelmo
nos propone, en efecto, una fórmula compuesta por tres puntos: libertad de
conciencia y franquía civil, para que esa libertad pueda manifestarse, en lo
tocante a las creencias y las ideas que dan a la vida de la persona su más
hondo sentido; indiscutido consenso tácito en lo pertinente a la
común naturaleza de
que en su tan razonadora conversación con Don Quijote habla el canónigo de
Toledo; consenso particular y pactado, aquel en que cada uno de los
discrepantes cede algo de su opinión en aras de la pacífica convivencia, cuando
se trata de materias opinables y relativas a la vida pública, como si es mejor
para el bien común la libre empresa o la economía dirigida o, en el caso de
esta anécdota del Quijote, si no sería mejor dejar en pactado
baciyelino lo que para uno es yelmo valioso y para otros simple bacía.
Efectiva libertad de conciencia,
consenso general indiscutible en todo lo que como verdad real se impone a la
razón, pacto razonable en cuanto a la convivencia social de los legítimamente
discrepantes; tales son para Cervantes los pilares en que debe tener su
fundamento la vida en común, si en verdad pretende acercarse a su perfección
ideal. Si se quiere, a su utopía, porque utópica es la vida de una sociedad en
que de modo enteramente satisfactorio sea realidad cumplida esa triple
exigencia. ¿Qué, sino baciyelmo, es la opinión de Don Quijote cuando discute
con Sancho si para el buen acierto en el matrimonio es preferible seguir el
impulso del amor o el dictado de la reflexión? ¿Qué, sino acercamientos
posibilistas a la utopía de la perfecta convivencia civil -en definitiva,
baciyelmos-, son las Constituciones políticas orientadas por los principios de
la libertad y la justicia? Y mirados uno y otro a esta cervantina luz, ¿qué fue
el new deal de
Roosevelt y qué es laperestroika de Gorbachov, sino un contrapuesto
intento de pacto, aquél con la economía dirigida, por parte de la economía
capitalista, éste con la libertad civil, por parte del Estado absoluto; en
definitiva, dos modestos baciyelmos de ocasión?
Un baciyelmo político y religioso
entre dos imperativos éticos, el de la libertad civil y el de la pacífica
convivencia, echaba de menos Cervantes, corazón de cristiano nuevo en una
España regida por cristianos viejos, cuando miraba en tomo a sí, y esta
deficiencia inyectaba una vena de irónica melancolía en su hondo amor a la
patria española. A lo cual, en los entresijos de su alma, se unía la amargura
de no ver orientarse España hacia la realización histórica de un ideal
razonable.
3º.- Partes del Quijote
04.05.05 | 11:56. Archivado en El Quijote
o
Asistimos a
la evolución del protagonista dentro de dos actitudes diferentes, que
caracterizan respectivamente su acción de 1605 y su acción de 1615 como dos
perspectivas[1] claramente diferenciables: la perspectiva del personaje que se
autoconstruye, en la primera parte; la perspectiva del personaje que defiende
su propia verdad y la verdad de su autor, en la segunda parte.
1605: El lector
que quiere ser personaje lucha contra quienes se oponen a su pretensión. Sus
vecinos quieren que vuelva a la aldea, pero sólo logran esta vuelta metiéndolo
en una jaula. La vuelta no puede ser definitiva.
1615: El personaje
que se interesa por la opinión de los lectores de su historia termina por dar
mayor importancia a su verdad como personaje, primero, y a su verdad como
hombre, después, que a sus hazañas como caballero andante. Los extranjeros no
quieren que vuelva a la aldea, mientras que sus vecinos logran descubrir la
manera de hacerlo volver por su propio pie, tras haberlo decidido él mismo. La
vuelta es definitiva. (® Viajes de don Quijote).
Igualmente
podríamos hablar de dos actitudes diferentes del autor:
1605: Sus temas
principales son lo caballeresco, lo amoroso y lo literario.
1615: Su tema
principal es el engaño, hasta el punto que lo caballeresco, lo amoroso y lo
literario son vistos a través de este prisma.
Iª Parte: El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha,
1605. Hay una subdivisión en cuatro partes del Quijote de 1605,
que ofrecían las ediciones antiguas y que reproduce hoy la edición de Martín de
Riquer, que podemos llamar división intencional, porque está en relación con
los temas tratados. He aquí los temas predominantes en cada parte, con justificaciones
rápidas, cuando las estimamos necesarias, y con las alusiones del propio texto
cervantino a esta división en partes:
1.ª) I.1-I.8, (tema caballeresco). Marca del fin de esta parte: «no se desesperó de hallar el
fin de esta apacible historia, el cual,… le halló del modo que se contará en la
segunda parte.», I.8.51.
2.ª) I.9-I.14, (tema amoroso y pastoril). Marca del fin de esta parte: «dando aquí fin la segunda
parte», I.14.34.
3.ª) I.15-I.27, (predominio de temas caballerescos): yangüeses (defensa de su caballo por el caballero); venta
con manteamiento de Sancho (por haber empleado ambos el pretendido privilegio
caballeresco de no pagar en las ventas); rebaño (batalla del caballero con una
turbamulta); encamisados (el caballero cree defender a una dama); batanes
(ánimo del caballero para emprender la aventura y acabarla); yelmo (destinado
al caballero, que tanto lo ha deseado); galeotes (el caballero defiende a los
débiles); Sierra Morena (el caballero no huye); pendencia con Cardenio (por
defender como caballero el honor de la reina Madásima); carta a Dulcinea (como
a la Soberana y señora de sus caballerías). Marca del fin de esta parte:
«oyeron que decía lo que se dirá en la cuarta parte desta narración; que en
este punto dió fin a la tercera el sabio y atentado historiador Cide Hamete
Benengeli.», I.27.31.
4.ª) I.28-I.52, (predominio de temas amorosos y
literarios, sobre el fondo de la segunda vuelta de Don Quijote, organizada por
sus vecinos): Don Quijote en Sierra Morena (locuras de amor); Historia de
Cardenio (amor traicionado); Historia de Dorotea (amor traicionado); Carta a
Dulcinea (amor caballeresco); Historia de Micomicona, la princesa cuitada
(resorte caballeresco: se solicita de Don Quijote la defensa de una mujer que
no desea el matrimonio con un gigante); Novela del Curioso impertinente (amor
insensato de un marido misógino demasiado curioso); Historia del Cautivo (el
amor subordinado a la creencia religiosa); Historia de la hija del Oidor (el
amor contra las leyes del linaje); Don Quijote enjaulado para que tenga lugar
su matrimonio con Dulcinea (amor encantado); Discusión literaria entre el
Canónigo, el Cura y Don Quijote (crítica de la comedia y de los libros de
caballerías); Historia del Cabrero Eugenio (ligereza de la mujer en amor y locura
de los hombres enamorados). Marca del fin de esta parte: «Pero el autor desta
historia, puesto que con curiosidad y diligencia ha buscado los hechos que Don
Quijote hizo en su tercera salida, no ha podido hallar noticia de ellos, a los
menos, por escrituras auténticas», I.52.43.
«La crítica ha
notado el desequilibrio en el número de páginas de las cuatro partes en que se
divide la versión publicada: I (capítulos 1-8), II (capítulos 9-14), III
(capítulos 15-27) y IV (capítulos 28-52).
La decisión de
dividir el texto en partes, tomada in medias res, es claro indicio de hasta qué
punto la imaginación de Cervantes se había ido orientando hacia una parodia de
la estructura y el contenido de los libros de caballerías, normalmente
divididos en grandes secciones (® trama). Probablemente debamos a esta decisión
la aparición de Cide Hamete Benengeli, el supuesto autor y presentador de cada
parte, a imitación de los modelos caballerescos. Stagg ha sugerido la
posibilidad de que Cervantes pensara primero en una división homogénea, de unos
ocho capítulos por parte: sin embargo, esa idea se reveló irrealizable a medida
que fue reelaborando y trasladando materiales.», E.M. Anderson y G. Pontón, en
Rico 1998 a, p. CLXXVII.
«En
conclusión, puede considerarse la Primera parte del Quijote como una especie de
laboratorio en el que Cervantes, de forma consciente y resuelta, experimentó
numerosas y variadas técnicas de la narrativa extensa en prosa... Gracias a los
epígrafes incorrectos, los cambios repentinos de escenario, los pasajes que se
duplican o se anulan y los acontecimientos que suceden y no se refieren, la
Primera parte presenta trazas de una concepción original de la obra que fue
modificándose a lo largo del tiempo… La estructura accidentada del Quijote de
1605 pone de manifiesto que Cervantes desarrolló y perfeccionó su libro a
medida que lo reescribía: las renuncias, los arrepentimientos y las
incoherencias del texto permiten evocar un apasionante proceso de arquitectura
novelística.», E.M. Anderson y G. Pontón, en Rico 1998 a, p. CLXXX y CLXXXVIII.
IIª Parte: El Ingenioso caballero Don Quijote de la
Mancha, 1615. Aunque es llamada por el propio
autor segunda parte del Quijote, para ciertos editores esta segunda creación
quijotesca constituye una nueva obra del autor, más bien que la continuación de
la obra precedente. Para nosotros no solamente es la continuación auténtica de
la obra precedente, sino que es la prueba misma de su autenticidad única como
segunda parte frente a la impostura del plagiario. Distinguiremos en ella tres
etapas:
1.ª) Antes de
entrar en la órbita de los Duques aragoneses: capítulos II.1 al II.29. En esta
primera etapa asistimos a la caída de Don Quijote en la creencia del
encantamiento de Dulcinea por obra de Sancho Panza, verdadera trampa sentimental
e ideológica, que primero va a aprisionarlo a él, y luego a su propio inventor,
Sancho Panza.
2.ª) En la órbita de los Duques aragoneses, capítulos
II.30 al II.57. En esta segunda etapa la exaltación
burlesca de Don Quijote y de Sancho por los Duques y por los cortesanos que los
secundan en sus burlas está ligada a la creencia de ambos, de Don Quijote desde
el embuste de Sancho, y de Sancho por obra de la Duquesa, en el encantamiento
de Dulcinea, y a la aceptación de que el desencanto de Dulcinea puede ser
logrado mediante los azotes desencantadores de Sancho.
3.ª) Tras haber creído salir de la órbita de los Duques
aragoneses, capítulos II.58 al II.74. En esta tercera etapa, que comienza con la primera
despedida de los Duques, asistimos a la progresiva desquijotización de Don
Quijote, que se manifiesta en un proceso implacable que va desde la duda de su
vocación de caballero andante, pasando por la defensa de la autenticidad
literaria tanto de sí mismo y de Sancho, en cuanto personajes, como de su autor,
hasta la proclamación solemne y perentoria de su propio error y del error en
que ha inducido a Sancho.
«Las críticas
a la primera parte, que el autor recoge en tono de broma en el capítulo 3 de la
Segunda pueden verse como una reflexión crítica sobre el proceso creativo
desarrollado: episódico, variado, gracioso, heroico y edificante. Las historias
intercaladas, que constituyen el sello de la primera parte, desaparecen en la
Segunda para ceder su lugar a una mayor concentración de aventuras y al despliegue
de las personalidades del Caballero y su escudero. Cide Hamete Benengeli,
mecanismo al que recurre Cervantes con la misma facilidad con que lo abandona,
se convierte en la Segunda parte en un filtro indispensable de la acción.
Todos estos
cambios revelan al lector atento y paciente la imaginación incansable y
observadora del artista consciente que fue Miguel de Cervantes a lo largo de
los sinuosos caminos y los ásperos lugares de su vasto universo de invención…}
Cervantes deja bien sentado que «en esta segunda parte no quiso ingerir novelas
sueltas ni pegadizas, sino algunos episodios que lo pareciesen, nacidos de los
mismos sucesos que la verdad ofrece, y aun estos limitadamente y con solas
palabras que bastan a declararlos», (II, 44)…
El Quijote de
1615 se ofrece a primera vista como un conjunto desarrollado en un solo aliento
creativo… Tan solo podemos estar seguros de que la lectura de la continuación
de Avellaneda afectó a los planes y al ritmo de elaboración de la obra… ¿En qué
momento conoció Cervantes el libro? La licencia de publicación es del 4 de
julio de 1614; en rigor, Cervantes podría haberlo leído a fines de ese mismo
mes, pero lo más probable es que llegara a sus manos en el otoño. La primera
mención inequívoca de la existencia de una continuación falsa se halla en el
capítulo 59: «—Por vida de vuestra merced, señor don Jerónimo, que en tanto que
trae la cena leamos otro capítulo de la segunda parte de Don Quijote de la
Mancha», (II.59.26. p.1110) … es posible que Cervantes leyera el libro,
decidiera los cambios que iba a imponer al suyo y escogiera finalmente el lugar
más adecuado para introducir la primera mención del apócrifo…
Las
consecuencias más evidentes provocadas por la continuación de Avellaneda fueron
el cambio de itinerario de Zaragoza a Barcelona y la inclusión del rival en la
trama de la obra… El cambio de rumbo comportó la inclusión de nuevas historias
(Roque Guinart, la visita a la imprenta, la aventura de las galeras) y la
remodelación de algunas ya previstas (la continuación de la historia de Ricote,
la derrota del protagonista a manos de Sansón Carrasco)…
Las menciones
a la novela de Avellaneda se reiteran en el tramo final de la obra: tras su
inclusión en el capítulo 59, regresará a escena en la imprenta barcelonesa
(capítulo 62), la visión infernal de Altisidora (capítulo 70), el encuentro con
don Alvaro Tarfe (capítulo 72) y el testamento de Alonso Quijano (capítulo 74).
No falta alguna imitación inequívoca de pasajes de Avellaneda: por ejemplo, la
ironía de don Antonio Moreno dirigida a Sancho: «—Acá tenemos noticia, buen
Sancho, que sois tan amigo de manjar blanco y de albondiguillas, que si os
sobran las guardáis en el seno para el otro día.», (II.62.3., p. 1133), remite
a un episodio del capítulo 12 apócrifo («Y apartándose a un lado, se comió las
cuatro [pellas] con tanta prisa y gusto como dieron señales dello las barbas,
que quedaron no poco enjalbegadas del manjar blanco; las otras dos que dél le
quedaban se las metió en el seno, con intención de guardarlas para la mañana».
p. 230). Durante la resurrección de Altisidora, en el capítulo 69, le colocan a
Sancho una coroza en la cabeza, para lo que tiene que despojarse de su
caperuza. Cervantes no había mencionado antes ese tocado, inseparable del
escudero falso…
Esos indicios de imitación resultan más problemáticos
cuando se manifiestan en lugares de la novela anteriores al capítulo 59, pues
de ser ciertos implicarían que Cervantes volvió sobre sus materias para
introducir retoques, e incluso episodios enteros… parece sensato pensar que
Cervantes revisó algunos pasajes de la novela que preceden al lugar por el que
iba cuando conoció la obra de su imitador.» (II.59.26. p.1110)», E.M. Anderson
y G. Pontón, en Rico 1998 a, p. CLXXX-VII. (® parte: Segunda Parte del ingenioso caballero don Quijote
de la Mancha)
* * *
Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, aparecerá en 2005.
Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, aparecerá en 2005.
[1] Algunos
dicen novelas, porque no han sabido ver la formidable unidad que integra las
dos partes en una sola obra.
A LA TERTULIA Q1UIJOTESCA
ResponderEliminarEstimados contertulios, cuando se escogió leer unos capítulos del Quijote, me alegré mucho, pero a mi entender pensé que eran pocos. Como soy un enamorado del libro, sin pesarlo me puse a releerlo completo, además de releer otros libros, sin los cuales a un novato---como servidor---en las lecturas, precisa las opiniones de preclaros escritores, los que leyéndolos se informa uno algo, ya que no todo, la biografía de Don Miguel, en cuya vida existieron muchas lagunas las que guardó para sí y que incluso los escritores de aquel tiempo fueron incapaces de recoger con garantía de la verdad.
Yo os recomendaría leerlos siguientes libros:
LA VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES, DE ÁNDRÉS TRAPIELLO.
AL MORIR DON QUIJOTE, DE ANDRÉS TRAPIELLO.
PARA LEER A CERRVANTES, DE MARTÍN DE RIQUER
EL QUIJOTE COMO JUEGO Y OTROS TRABAJOS CRITICO, DE GONZALO TORRETE BALLESTER.
LA RUTA DE DON QUIJOTE, CASTILLA, DE AZORÍN
CERVANTES, DE FERNANDO DÍAZ PLAJA
VIDA DE CERVANTES SAAVEDRA RONDALLA DE RONDALLES DE GREGORIO MAYANS-LUIS GALIANA
LAS MUJERES DEL QUIJOTE, DE LOPEZ DEL ARCO-EDITOR 2004
Y MIGUEL DE CERVANTES, FLOR DE AFORISMOS PEREGRINOS,